Miércoles, 22/03/23
El gurú es Dios
A.G. Pregunta: No entiendo cómo un maestro espiritual puede afirmar que: “el gurú es Dios.”
Respuesta: Sencillamente, porque es cierto. Pero, el gurú no sólo es Dios, sino que va más allá de la idea de Dios ya que él conoce su auténtica naturaleza de parabrahman, lo que está más allá de Dios, que es el Absoluto. Lee con atención, comprender este controvertido tema es relevante.
Según el Vedanta, el ser humano se compone de cuatro cuerpos: Sthula, denso; Shuksma, sutil; Karana, causal; y, Maha Karana, supra causal. Esta enseñanza procede de Oriente. Sin embargo, en Occidente es similar, aunque naturalmente cambien los nombres. Aquí, la tradición judeo-cristiana-católica a la que pertenece nuestra sociedad considera que el hombre se compone de tres partes: cuerpo, mente y espíritu.
Semejante tradición considera bajo pena de herejía, y por lo tanto de pecado y consecuente condenación al fuego eterno del Infierno, que el hombre está separado de Dios, el cual se encuentra en un supuesto Cielo, siendo Dios una entidad divina que hay que alcanzar a través de numerosos méritos. Para confirmar esta aseveración, se recomienda revisar la historia del Maestro Eckhart, Juan de la Cruz, Teresa de Jesús, Miguel de Molinos… y tantos otros místicos cristianos.
Por fortuna, sucede que el gurú de la tradición Oriental ha trascendido todas las tradiciones y religiones, por lo que se encuentra más allá de los ritos y ceremonias, así como también está más allá de las creencias, siempre limitantes por ser de origen mental. Así pues, el gurú ha ido más allá incluso de la castrante idea de la herejía y el pecado, quedando, gracias al autoconocimiento, eximido del pecado y la culpa, características de las religiones, de todas las religiones.
¿Qué diferencia hay entre un gurú y un hombre ordinario? El íntimo conocimiento que tiene de su auténtica naturaleza. En la aparente superficie no existe ninguna diferencia: es un ser normal. Sin embargo, la apariencia siempre es falsa. Por ello, es preciso saber ver más allá de las apariencias para poder captar la esencia. Es en la profundidad donde el gurú ha disuelto su individualidad en el Ser, comprendiendo su auténtica naturaleza divina, la cual es común a todos los seres.
Como puedes apreciar, la diferencia estriba en que el gurú conoce de primera mano su auténtica naturaleza, mientras que tú estás identificado con tu cuerpo, mente y persona, con un nombre y un pasado, más los deseos y aversiones para un futuro; en definitiva, con la idea de ti mismo. Crees ser el personaje que representas, mientras que el gurú ha traspasado los diferentes cuerpos hasta alcanzar el autodescubrimiento del verdadero Ser, muriendo en vida a la falsa idea de sí.
¿Cuál será su labor a partir de semejante hallazgo? Navegar por la geografía de los diferentes tipos de personalidad y surfear las olas del siempre conflictivo ego, en un intento -vano e incomprendido la mayor parte de las ocasiones-, por hacer descubrir la experiencia liberadora del Ser. O bien, pondrá las condiciones idóneas para que tal experiencia suceda en el interior de practicante, para que pueda vislumbrar quién y qué es en realidad. No en vano, gurú significa: “el que con su luz disipa la oscuridad.”
En semejante proceso, la relación discípulo-maestro con el gurú pasará por diferentes etapas, dependiendo siempre del nivel de comprensión y el anhelo de verdad que el discípulo pueda tener. Si está identificado con su cuerpo, verá al gurú como un cuerpo y no irá más allá. Si su identificación está en el ego y la persona, su relación con el gurú será egóica y personal, tratándolo como si fuera una entidad personal. Y así sucesivamente, dependiendo de la propia identificación.
La labor del gurú consiste en deshacer con su luz las tinieblas de la ignorancia metafísica en que se encuentra el discípulo-alumno. ¿Cómo va a actuar? Eso no es posible saberlo de antemano, pues ni él mismo lo sabe. Lo que Es actúa a través de su cuerpo, mente y psiquismo para provocar un destello de comprensión, una chispa de luz que logre encender la llama interior del discípulo, invitándole a mantenerla viva después, en su vida cotidiana. Para entonces, su labor está concluida. A partir de ese momento el trabajo es del discípulo.
¿Qué es lo que suele ocurrir? En muy pocos casos la receptividad es todo lo óptima que fuera deseable. En general -es decir, casi siempre-, el discípulo tan solo pretende obtener una confirmación de su propia visión del mundo; o bien recolectar migajas de conmiseración a fin de paliar su sufrimiento; o tal vez, encontrar una brizna de amor compasivo con el que aliviar sus heridas, provocadas por un sufrimiento real pero innecesario, fruto del propio devenir de la existencia.
También es posible que se busque rellenar carencias emocionales a través del reconocimiento del gurú. Todo ello, cuando no le lleva ante su presencia un afán discursivo intelectual, con la ridícula intención de competir por verificar quien está más iluminado. La realidad es que son muy pocos los seres que se acercan con un anhelo verdadero por descubrir su auténtica naturaleza, atreviéndose a ir más allá de las apariencias para así encontrarse con la divinidad que son, que todos somos.
Por lo demás, el gurú es un ser completamente normal, habita en un cuerpo que ha de cuidar, alimentar, lavar, etc. Su psiquismo representa una apariencia real, pero que si lo sabes mirar desde el ángulo adecuado de comprensión, te darás cuenta de que no es real, sino sólo una apariencia. Al gurú le gusta mucho jugar con las apariencias para que tú también las veas… y no te las creas, a fin de que también puedas jugar con ellas y disfrutarlas.
Ciertamente, lo verdaderamente extraordinario es encontrar a un ser que en verdad haya tenido la experiencia del Ser de primera mano y que, a su vez, quiera compartirla con los demás. Esa experiencia no se la puede adquirir a través de libros ni vídeos. Tampoco sucede oyéndola a los demás. Es preciso abrir una investigación seria y comprometida, alentada por la presencia de alguien que transmita la posibilidad de ir más allá de la aparente superficialidad que conceden los sentidos.
Es bastante fácil descubrir a un verdadero gurú, pues él sólo tiene un anhelo: compartir contigo la posibilidad real de liberación que concede la comprensión de tu auténtica naturaleza; lo único capaz de liberar del sufrimiento. Todo lo que se salga de ese guion emana un cierto aroma a falsedad. Recuerda que tú, al igual que el gurú, ya eres Dios. En realidad, todos somos Dios, todos formamos parte de la Unidad indivisible que es el Absoluto, aunque la mente lo haya denominado Dios.
En realidad, el gurú no tiene nada que tú ya no poseas, ni sabe algo que tú ya no sepas. Lo que ocurre es que, en el proceso natural de la existencia te has olvidado de ti. La auténtica naturaleza del ser humano es espiritual. Espíritu puro que habita en un cuerpo humano. La auténtica labor del gurú es recordarnos aquello que ya somos. Indicarnos la dirección a seguir a fin de no extraviarnos en la poliédrica realidad que nos rodea y de la que formamos parte integral.
La verdadera enseñanza consiste en la transmisión de un estado de Conciencia a través del silencio. El gurú no habla para contestar a tus preguntas mentales. Él habla para brindarte la oportunidad de que percibas el estado de consciencia anterior a donde nacen las preguntas. Habla para que estés receptivo a lo que él es, a fin de que Eso resuene y se despierte en tu interior. Su palabra predispone a la receptividad de un mensaje intrasmisible por medio de palabras ya que su fuente es inefable.
Finalmente, recordarte algo importante: El verdadero gurú en ningún momento va a pretender que le veas como a Dios ni que le trates como a una deidad. Muy por el contrario, su única intención es que descubras a tu sad gurú, el maestro interior, y al igual que él llegues a saber por experiencia directa que tú también eres Eso, Dios, lo que Es… Dará igual el nombre que utilices. Y si no le pones nombre, mejor.
Silencio Interior – Escuela