Miércoles, 08/01/25

Adhuc tempus, aún estamos a tiempo

“La masa siempre está dormida».

«Iniciación». Elisabeth Haich

La insaciable sed de codicia material que padece el ser humano no es más que el reflejo de la profunda ignorancia metafísica que sufre y a la que voluntariamente se ha sometido. De igual modo, y en paralelo, la tecnología es sinónimo de esclavitud, cuando no de sometimiento; así como de una evidente pérdida de creatividad. Quizás, la libertad y la creatividad sean los mayores dones con que el hombre nace, los cuales ha malvendido a cambio de una nefasta comodidad, acompañada de una seguridad siempre aparente. Todo esto es evidente para aquél que sabe ver, no conformándose con el simple mirar.

Así es como el ser humano camina en la actualidad -aunque “deambula” sería el término adecuado-, oscilando entre la búsqueda de satisfacción inmediata, que ilusamente cree que le puede proporcionar la materia, y sumergido en una pereza sin límites en la que se ha visto imbuido al ceder su libertad a cambio de nada. A menos que considere que un sofá y ver adictivas -cuando no manipuladoras-, series televisivas, sean el sucedáneo idóneo de la ausencia total de valores que caracterizan este principio del siglo XXI que nos ha tocado vivir, carente de todo sentido existencial.

¿Va a ser siempre así? Desde luego que no. El mundo cambia constantemente y con ello también las sociedades y sus costumbres. Sin duda que tarde o temprano algo sacudirá al hombre con tal fuerza que le despertará del dulce sueño al que se ha dejado imbuir, olvidándose de sí mismo. Para entonces será tarde, demasiado tarde, y sólo unos pocos seres despiertos tendrán una oportunidad. La masa siempre está dormida, por eso es tan fácil de manejar. Basta una ideología más o menos vulgar para despertar determinadas emociones y acudirá en bloque al matadero, o bien se matarán entre ellos mismos.

 

 

Despertar implica hacerse responsable de uno mismo, es decir cobrar consciencia de Sí y obrar en consecuencia. Por este motivo, los seres despiertos de verdad no son manipulables, ya que jamás siguen a ningún líder y mucho menos seguirán la corriente de pensamiento imperante, sea cual sea. Un ser despierto conoce su auténtica y común naturaleza, no la ha olvidado absorbido por el remolino de impresiones ajenas a sí mismo a que se ve sometido a diario. En su centro, el despierto es un ser libre y liberado. Pero… ¿a quién puede interesar este tipo de temas? En realidad, a más gente de la supuesta, pues somos una inmensa minoría.

Para concluir. El hombre ha tenido en su mano la oportunidad de crear un paraíso en la Tierra, pero su ambición desmedida le ha extraviado por senderos de ignorancia y carentes de amor, donde la única medida a seguir ha sido el provecho individual, y ahora toca pagar el elevado precio de tal insolidaridad. El problema es que el precio de semejante irresponsabilidad lo vamos a tener que pagar entre todos. Todos sin excepción vamos a tener que pasar por el quirófano emocional, cuanto menos. Así es como hemos pasado de la posibilidad de un paraíso a la seguridad de un infierno. ¿Puede todo esto tener algún sentido?

No lo tiene. Sin embargo, a pesar de la aparente inevitabilidad, consideramos que aún estamos a tiempo de evitarlo. De nuestro lado está la consciencia, con su potencial creativo y de transformación. Es posible un mundo nuevo, pues su semilla mora latente en el Corazón. Basta con crear nuestros microcosmos a base de consciencia en vez de codicia, con amor en vez de odio, con unión en lugar de separación… En definitiva, con sabiduría en vez de ignorancia. Es posible. Aún estamos a tiempo, y además está en nuestras manos poder hacerlo. Para ello, hazlo tú mismo. Evita delegar en otros el poder de crear el mundo que quieres.

 

Silencio Interior – Escuela

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Adhuc tempus, aún estamos a tiempo – 08-01