Miércoles, 05/03/25
Incidencia crítica
“La única incidencia es haber nacido.”
Shambhu
El ser humano nace con una provisión concreta de energía. Es como si viniera a este plano con una botella de gas butano. Ese gas dará una llama -la luz de la consciencia- y con tal “fuego creador” guisará su comida, es decir hará su propia película, para después ir al terapeuta de turno a que le saque los cuartos y le arregle el disaguisado en que uno mismo se ha metido al no querer reconocer que la tortilla de patatas que come todos los días en el almuerzo se la prepara él mismo la noche anterior.
Todas las películas necesitan de un protagonista y varios personajes. Así, el médico necesita de los pacientes, el marido de la esposa, el jefe del trabajador, el sargento del soldado, la monja del cura… y así podríamos seguir ad infinitum tejiendo una red en la que todos estamos “aparentemente” involucrados –maya, el movimiento aparente-, en una obra de tintes reales pero que, si uno se fija con atención, se percibe cómo el escenario es de cartón. De este modo, cada cual crea su película, podríamos decir su propio guiso.
Todo va más o menos bien hasta que el gas de la bombona se termina o da señales de agotamiento. Valdría decir que la energía llega a su fin y entonces la llama creadora de mundos, también denominada “magia”, desaparece. Para entonces la bombona se la suele agitar para remover el gas y que “dure un poco más”, pero más pronto que tarde habrá que desecharla y acostumbrarse a vivir sin su luz. Sin embargo, mientras que la llama estuvo “viva” pudimos jugar a un buen montón de juegos: hijos, padres, familia, viajes, amistades, relaciones, espiritualidad, comida, sexo, dinero, religión, poder, búsqueda de Dios, ayudar a los demás, acumular conocimientos, amar, odiar… MMM… ¡No está nada mal! ¿verdad?
Existe un viejo cuento sufi: «Un niño camina con una vela en las manos. Alguien le pregunta: ¡Oh! Qué luz más bonita. ¿De dónde la has sacado? A lo que el niño, apagando la vela, responde con otra pregunta: Ahora, dime tú ¿dónde ha ido?» Así pues, Brahman, Dios… es la luz de la consciencia que crea mundos, el “Dios creador” de la Biblia. Sin embargo, nuestro verdadero estado es parabrahman, más allá de Brahman, es decir, anterior a la consciencia y su luz creadora, por lo tanto está más allá de Dios. A tal estado «sin estado» se lo suele denominar parabrahman a modo de licencia didáctica, ya que tal estado se corresponde con el Absoluto o Conciencia pura y es inefable. Un Dios que se puede nombrar nunca puede ser el verdadero Dios.
Silencio Interior – Escuela
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“Un P. Tinto viaja siempre con su propia energía”.
Película “El milagro de P. Tinto”, Javier Fesser, 1997