Martes, 07/03/23
Una cuestión espiritual
“El siglo XXI será espiritual, o no será.”
André Malraux
¿Te has dado cuenta el modo en que la espiritualidad ha desaparecido de nuestra sociedad? Ha ocurrido muy sutilmente, de forma casi imperceptible. Nuevas ideas han ido desplazando la conexión del hombre con la divinidad hasta quedar prácticamente relegada al olvido. Una vez alcanzado semejante objetivo, el ser humano ha quedado a merced de un materialismo puro y también duro, olvidando así su fuente original y con ello el potencial evolutivo a través de la consciencia. Y no nos referimos a la religión. Esta es una cuestión espiritual, la religión poco o nada tiene que ver.
Todo comenzó hace muchos años, pero el proceso se aceleró notablemente la tarde del 15 de abril de 2019, cuando se quemó -o quemaron- la torre construida por los alquimistas franceses en el siglo XIX sobre la catedral de Notre Dame de París. No en vano, la bandera francesa muestra los tres colores que simbolizan las diferentes etapas del Opus Magnum, la Gran Obra de la Alquimia. A raíz de tal acto, el desmoronamiento de la espiritualidad ha extendido un oscuro y tenebroso manto sobre Occidente, destrozando la posibilidad de liberación del ser humano y sometiéndole a la más lóbrega de las esclavitudes a través de la ignorancia.
Si el siglo XVIII fue conocido como el “Siglo de las luces” a causa de la Ilustración, al siglo XXI se lo recordará -si se lo llega a recordar- por ser el siglo del oscurecimiento de la luz. Aun resuena en nuestra memoria la pregunta de Ernesto Ballesteros, profesor de Historia, cuando fuimos a entrevistarle: “¿Creen ustedes que es posible una sociedad sin Dios? ¡Jamás ha existido algo así!”. Caos y destrucción es el resultado. Siempre es más fácil destruir que construir. Occidente se ha suicidado al eliminar a Dios de su vida cotidiana. Por este motivo, ahora más que nunca, es preciso el reencuentro con la divinidad. Aunque, más que necesario, ya es una cuestión urgente.
En los años 70 y 80 del pasado siglo, se liberaron numerosas técnicas espirituales consideradas secretas. Ocurrió bajo la consigna: “sálvese quien pueda”. Los maestros de entonces vislumbraron el rumbo que tomaría la sociedad y en un acto de generosidad compasiva sin límites compartieron sus más preciados tesoros. Sin embargo, sucede que la posible salida -que no solución- ante tan caótica situación no se encuentra en un plano horizontal -temporal- y tampoco vertical -espacial-. No es por la derecha, ni por la izquierda, como no es hacia la materia o hacia Dios. Shambhu fue contundente al respecto: “Si acaba en “ismo” ahí no está la verdad. Continúa buscando.”
La vía de salida -que no de huida- se encuentra a través de la trascendencia, de ese singular ir más allá de la forma, la emoción y el pensamiento. Más allá de la individualidad, el mundo y Dios, hasta alcanzar el estado de parabrahmán o Absoluto. Pero, ¿cómo trascender? Comprendiendo nuestra auténtica y común naturaleza divina. Ello se consigue elevando el nivel de la frecuencia vibratoria de la energía para así aumentar el nivel de comprensión que nos permita el «ir más allá de…», es decir trascender las dimensiones empíricas y pragmáticas, en dirección hacia lo metafísico, y así alcanzar lo verdaderamente espiritual. A fin de cuentas, esta y no otra es la verdadera función oculta del Yoga, y al mismo tiempo nuestra propuesta de trabajo interior, en tanto que Escuela de Autoconocimiento.
La evidencia de estar ante el final de un ciclo y el comienzo de otro es clara. Aunque quizá sea más adecuado hablar en términos del fin de una Era y el nacimiento de otra que bien podría ser la Tecnológica, dirigida hacia el hombre-máquina… o bien la Humanista, hacia el hombre-Amor. Ya veremos. En cualquier caso, es igual. Sea como fuere, el asunto es que nos encontramos inmersos en plena transición y al final ocurrirá como siempre ha sucedido: la luz de la consciencia brillará dispersando todas las tinieblas provocadas por la oscuridad. Siempre ha sido así, y en esta ocasión no va a ser diferente. Otro asunto es que lleguemos a verlo.
Ahora mismo, la cuestión no es si todavía estamos a tiempo de hacer algo al respecto por evitarlo, pues está claro que no es posible. Sino de preguntarnos en qué medida queremos alcanzar la trascendencia a fin de ser portadores de la luz que alumbrará el nacimiento de la nueva consciencia. La respuesta a semejante cuestión depende de ti, de lo que busques y quieras. ¿Buscas la verdad o te conformas con la falsedad? ¿Quieres dormir o despertar?
Silencio Interior – Escuela
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