Sábado, 09/11/24
Dormir o despertar. Esa es la cuestión
¿Es posible el descanso para aquél que ha despertado al conocimiento metafísico saliendo de la bruma de la ignorancia? Jamás. Nunca volverá a encontrar una cómoda almohada donde reclinar su cabeza y volver a dormirse en el sueño de la ignorancia. El que ha despertado no volverá a dormirse, pues por propia experiencia ha comprendido la absurda inutilidad del sueño. No querrá, pero tampoco podrá volver a conciliar el sueño del olvido de su auténtica naturaleza.
Alguien así permanecerá en vigilia permanente. Lúcido. Alerta. Despierto. Las oleadas de la ensoñación que el mundo le envíe no le afectarán, dejándole libre y liberado, en completa ecuanimidad. Además, su sola presencia despierta despertará a su vez la presencia de los demás. No podrá evitarlo. Ocurrirá, aunque no se lo proponga. El sueño ajeno se desmoronará ante un ser despierto. No es posible sostener la ensoñación y los juegos que conlleva ante alguien despierto.
Para los dormidos son personas incómodas porque les impiden la ensoñación en la que viven. Su sola presencia les hace despertar y ver la ilusa inutilidad de sus propósitos y objetivos personales, aunque el sentido de sus existencias estén fundamentados en tales pilares construidos con los ladrillos de la ilusión. Alguien así no necesitará leer las palabras de los demás. A fin de cuentas ¿no son los libros meras proyecciones del sueño ajeno, aunque hablen sobre lo Real?
Silencio Interior – Escuela
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