“Yo no busco, encuentro” Picasso
Sed de autenticidad
El proceso de búsqueda espiritual puede nacer en forma de un anhelo de autenticidad, de equilibrio, de armonía y plenitud, es decir un anhelo de verdad. De esa verdad que todo ser humano presiente en su interior, pero que, debido al proceso de proyección hacia el exterior e identificación con la imagen obtenida, suele terminar buscando fuera de sí mismo.
También es posible que esa sed de lo Real surja como fruto de un despertar abrupto a un estado superior de conciencia o, simplemente, por un cierto desencanto con el mundo material. Sea como fuere, ocurre que en un momento concreto de la vida aparece la necesidad de buscar ese algo que pueda conceder sentido a la existencia.
Sean cuales fueren las causas que provoquen el inicio de la búsqueda de lo trascendente*, el deseo por comprender quienes somos, de dónde venimos y a dónde vamos –si es que vamos a alguna parte, y si todo esto que denominamos vida tiene algún sentido que la razón y la lógica puedan comprender–, van a despertar la necesidad de traspasar los parámetros habituales en los que el ser humano vive y muere.
* DRAE: Trascendente: Que está más allá de los límites de cualquier conocimiento posible.
Primera etapa: la búsqueda
Este anhelo de comprensión será el inicio de la primera etapa del buscador. Así es como se iniciará el periplo** de la búsqueda del autoconocimiento.
Pero, ¿dónde comenzar a buscar? ¿cómo? ¿con quién? Uno se siente muy solo en los primeros compases de esta hermosa sinfonía interior que apenas si comienza a sonar.
Los sistemas de creencias y el amplio abanico de posibilidades que ofrece el mercado de la Nueva Era vendrán al rescate. En estos primeros pasos, el buscador se sumergirá en lecturas de libros y artículos y, muy posiblemente, en prácticas que irán rellenando lagunas y resolviendo un buen número de dudas.
Será en estas primeras incursiones donde aparezcan las primeras experiencias a través de conferencias, talleres y seminarios, los primeros fines de semana de convivencia, etc. El encuentro con otros buscadores siempre es aleccionador y estimulante pues, entre otras cosas, uno descubre que no está tan solo en este singular viaje al mundo interior.
Al calor de todas estas experiencias se despertarán nuevas inquietudes antes ni imaginadas, y con todo ello una nueva forma de comprensión surgirá, creando un nuevo estilo de vida.
** DRAE: Periplo: Recorrido o trayectoria espiritual de una persona. // Viaje o recorrido, por lo común con regreso al punto de partida.
Riesgos de la primera etapa
Con este nuevo estilo de vida surgirán también los riesgos que conlleva el convertirse en un buscador. Pero, ¿cómo es posible que en el proceso de búsqueda de lo superior, de lo auténtico, de la divinidad, de Dios, puedan existir riesgos? Los hay. Está latente el riesgo de arroparse con una nueva máscara: la personalidad del buscador. Y, con ello sobreviene el riesgo de perderse en la propia búsqueda.
El viajero en busca del espíritu comienza a navegar por mares nuevos y descubre la existencia de una infinitud de playas y calas que antes desconocía. La mente querrá bañarse en todas. De aquí a comenzar a crear un currículum espiritual la distancia es mínima.
Un nuevo libro, una dieta diferente, un nuevo maestro, nuevas técnicas, un nuevo taller, un seminario con…, un nuevo DVD, alguien que viene a dar una conferencia sobre…, un nuevo seminario de…, una nueva terapia, otra nueva terapia, un terapeuta diferente, más libros, más DVD´s, más maestros, más dietas, más técnicas, más conferencias, más talleres, más seminarios, más terapias…
Al final, lo que viene a ocurrir es que olvidamos aquel sentimiento que un día nos puso en el sendero del autoconocimiento. Nos hemos perdido en la búsqueda. Eso sí, a cambio nos hemos convertido en toda una personalidad erudita al respecto, con toda una pared abigarrada de libros enfrente de otra plagada de certificados y títulos de asistencia a un buen montón de cursos, talleres y seminarios que lo único que harán será engordar aún más nuestro bien cebado ego, el cual un día descubrió todo un filón al encontrar la posibilidad de arroparse con el disfraz de buscador espiritual. Lo que en un principio fue reto y aliciente, terminó convertido en una máscara más.
Segunda etapa: el compromiso
Desde estas líneas nos atrevemos a sugerir extremar las precauciones con este tipo de consecuencias que, lamentablemente, es demasiado generalizado. La mente extiende su sedal cargado de anzuelos y queda enganchada a todo lo que encuentra en su camino. Ciertamente se hace necesaria una incursión por toda la extensa gama de ofertas existente en el mercado espiritual, pero siempre hay que ir con la espada del discernimiento desenvainada, la cual debiera de usarse como fiel aliado primordial.
De entre toda la oferta que encontraremos, estamos convencidos de que existe una tradición, una técnica y su práctica, que serán adecuadas a nuestro carácter y personalidad. ¿Cómo saber que es esa la nuestra, y no otra? Sencillo: porque algo resuena en el interior. Es como cuando te enamoras: lo sientes dentro de ti, no hay lugar a la duda. Aún así, es más que recomendable practicar durante un periodo prudente. De tres a seis meses de práctica continuada y sistemática nos dará el baremo correcto para saber si esla nuestra, o no. Es como un noviazgo. Un noviazgo es un proceso durante el cual uno pone a prueba al otro y a sí mismo antes de comprometerse a algo más.
El compromiso con una práctica determinada es la seña de identidad de haber superado la primera etapa. Sin embargo, la idea del compromiso suele asustar al ego, que teme una posible pérdida de cota de libertad. Nada más alejado de la realidad. Sólo gracias al compromiso, bien sea con una tradición, una práctica, con una persona, con un proyecto, etc., es posible obtener los beneficios que pudieran derivarse de nuestra elección. El compromiso es una necesidad primordial para todo aquel que realmente quiera profundizar en la propia realidad que es.
Riesgos de la segunda etapa
Al comprometerse con una práctica, el buscador profundizará en sí mismo y será inevitable obtener ciertas experiencias reveladoras o la aparición de ciertos poderes psíquicos. Ello es algo completamente natural cuando se orada el camino hacia el mundo interior. Sin embargo, podría surgir el apego a tales experiencias en general de carácter místico, anhelando y luchando para volver a obtenerlas. O también, el deseo de ampliar la gama de poderes psíquicos, en vez de continuar el viaje hasta la cumbre.
Si esto sucediera, nuevamente nos habríamos extraviado en la búsqueda. No obstante, es seguro que gracias al compromiso, nuestra búsqueda no será entre las diferentes ramas del árbol del conocimiento. Sin embargo, el extravío sucede en nuestro interior debido al apego, natural por otro lado, a las experiencias transformadoras y a la ilusoria sensación de poder que concede la aparición de los siddhis, los poderes psíquicos.
Otro de los riesgos comunes en esta segunda etapa es la de perderse con las diferentes –y muchas veces fascinantes– técnicas que nuestra propia práctica nos pueda ofrecer. En este caso, es conveniente recordar que las técnicas son un medio y nunca un fin. Se puede llegar a coleccionar técnicas como el que colecciona sellos. Una vez más, hay que discernir y no olvidar el amor por lo auténtico que un día nos impulsara a iniciar la búsqueda de lo trascendente.
Finalmente, es inevitable que, si se prolonga el compromiso con una práctica determinada, se obtengan resultados positivos. No basta sólo con leer libros, ni con ir a conferencias o participar en seminarios, no es suficiente. Si se desea evolucionar, progresar, avanzar… despertar, es imprescindible el compromiso personal.
Tal compromiso es lo que nos llevará a la cumbre de la comprensión. ¿Cuántos caminos hay? Infinitos, tantos como seres humanos. Cada cual tiene el suyo propio, y así debe de ser. El sendero del autoconocimiento es similar al ascenso de una montaña: aunque la cumbre sea una y la misma para todos, los senderos son infinitos.
Tercera etapa: la entrega
La primera etapa fue de búsqueda y la segunda de compromiso. Ahora, gracias a esa práctica comprometida, se ha logrado conectar con la dimensión que trasciende nuestra realidad cotidiana. Esa misma que la mente traduce como superior porque escapa a los parámetros de su propia y limitada comprensión.
El buscador se ha convertido en encontrador. Se ha metamorfoseado desde oruga para convertirse en mariposa. Para ello, ha tenido que dejar atrás el fardo de la intelectualidad, la lógica y el razonamiento, también las emociones y el pasado, así como las expectativas de futuro para someterse a un riguroso y continuo presente, donde la luz de la consciencia brilla constantemente en toda su pureza. Es en el aquí y ahora donde se abre una fisura para que lo Real aparezca como lo que es: algo completamente natural. Lo más natural.
La realidad es exterior, pertenece al mundo, es lo que vemos y percibimos a través de los sentidos, es el mundo físico tal y como lo experimentamos o creamos con nuestras creencias. Sin embargo, lo Real es lo que nos permite percibir la realidad.
Esta última etapa es la culminación final del anhelo de autenticidad que un día nos impulsara a iniciar el periplo del auto-conocimiento. Aquí, el viajero del espíritu se ha encontrado con el Amado y se ha rendido ante Él.
Riesgos de la tercera etapa
Si las anteriores etapas han estado marcadas por un profundo amor a la verdad, el posible peligro de entregarse a tal verdad es por completo inexistente. Al contrario, lo único que ahí aparece es un gozo profundo, una infinita alegría por experimentar la común unión con el universo.
Esta entrega es algo íntimo y personal que no hay que confundir con la posible entrega a una organización –sea la que sea–, ni tampoco representaría ninguna renuncia a nada material. La auténtica renuncia es interior, no exterior. Entregarse es despojarse del ego y renunciar a la personalidad para disolverse en el Ser.
La entrega y la renuncia son la consecuencia natural del proceso de búsqueda, y deben ir acompañadas por la clara comprensión. La comprensión es el principio activo de la libertad. Sin comprensión no puede existir libertad ni liberación. Una renuncia sin comprensión a través de la experiencia puede ser una expresión más del ego. Por lo tanto, no siempre la renuncia material es sinónimo de verdadero avance en el camino espiritual.
La entrega verdadera es un acto íntimo, profundamente íntimo, además de inevitable. Cuando se ha obtenido la experiencia del Ser, uno no puede evitar entregarse y renunciar al ego y a la personalidad para que sea el propio Absoluto quien haga a través de uno. Las dudas han desaparecido para siempre. Cuando se encuentra el estado de conciencia que está más allá de la mente, la consciencia individual queda diluida en la conciencia universal y se hace, por siempre, morada permanente en el Ser.
Entonces es cuando se comprende que entre el Ser y el buscador nunca ha habido diferencia ni separación alguna. Que siempre ha sido, es y será su auténtica y verdadera naturaleza. Por propia experiencia, se comprende que aquel buscador que iniciara años atrás la búsqueda es, precisamente, lo buscado. Un estado de sublime paz y felicidad aparece en ese instante y pasará a convertirse en estado permanente.
Publicado en la revista “Universo Holístico” – Septiembre 2.009