Vedanta Sara
El camino de Jñana yoga, que se ha descrito como “un camino recto, pero cuesta arriba”, es resumido de forma elegante y concisa por Sadananda en su Vedanta Sara, 4.10, un texto del siglo XV donde Sadananda enumera los cuatro medios, Sadhana, principales para alcanzar la liberación:
1.Viveka, el discernimiento entre lo permanente y lo transitorio, lo falso y lo verdadero, lo Real y lo ilusorio. Es decir, la práctica constante de observar el mundo como lo que es: una realidad finita y cambiante que jamás, ni siquiera en su faceta más agradable, debe confundirse con la dicha trascendente.
Las formas que percibimos son transitorias. Las situaciones, los estados de ánimo, las ideas, nuestras creencias, todo está en constante cambio. Sin embargo, las leyes naturales que rigen la interacción entre los elementos que conforman todos esos fenómenos son universales. Al conocer estas leyes podemos interactuar consciente y creativamente con el mundo.
Viveka, el discernimiento, es un concepto importante incluso en textos más antiguos que el Bhagavad Gītā, en los que frecuentemente invocan la imagen de un cisne, hamsa, que los hindúes creen que mientras bebe puede separar el alcohol (o la bebida prohibida) del agua.
2. Vairagya, el desapego, la renuncia a lo frutos de las propias acciones. Este es el ideal más elevado del Karma yoga, que requiere de los practicantes el compromiso con la acción correcta sin llegar a esperar ninguna recompensa a cambio. Vairagya es la práctica de hacer como si no hubiera apego por nada que sea temporal.
Viveka, el discernimiento entre lo eterno y lo transitorio nos invita a reflexionar sobre la condición humana. Si ponemos nuestra atención en los aspectos intrascendentes de la vida, perderemos la esencia de las cosas. Si nos situamos en los valores eternos del ser, vairagya, el no-apego, a lo transitorio sucede con mayor facilidad y naturalidad.
3. Tapasya o autodisciplina, en el camino del conocimiento es importante seguir algún tipo de disciplina que afirme la continuidad de nuestra búsqueda y estabilice nuestra atención. Si se carece de tal autodisciplina los resultados pueden ser nefastos y por el contrario, su exceso puede ahogar nuestra naturaleza creativa.
Para que sea eficaz, la disciplina que elijamos ha de contener Shat sampatti, los seis logros o cualidades:
a) Shama, calma, tranquilidad. El arte de permanecer calmado, incluso ante la adversidad. Hemos de tener paciencia con los estados transitorios de confusión y caos mental. Al hacerse conscientes las pulsiones reprimidas nos pueden provocar desasosiego. Los ejercicios de respiración pueden llegar a ser muy útiles en estos casos. No es sino desde la calma que podemos pensar con claridad y gestionar coherentemente las nuevas necesidades.
b) Dama, control de los sentidos, moderación. Refrenar los sentidos, que habitualmente buscan estímulos constantes. Tal sobre-estimulación demanda semejantes niveles de energía que nos mantiene exhaustos. La diversidad de los estímulos dispersa y agota. Por el contrario, el recogimiento, el descanso y el silencio atenúan los efectos nocivos de nuestros excesos. La virtud, como siempre, descansa en el punto medio.
c) Uparati, cesación, renuncia. Abstención de realizar acciones que no son relevantes para el mantenimiento del cuerpo o la aspiración a la comprensión. Al renunciar a las convenciones sociales adquiridas y a las formas de pensamiento establecidas, dejaremos sitio a otras formas de pensamiento que se adecuen más a nuestros objetivos. Renunciar a lo ajeno y dar la bienvenida a lo propio. Renunciar a lo conocido y abrir nuestros horizontes.
d) Titiksha, paciencia, resistencia. La capacidad estoica referida específicamente a mantenerse ecuánime ante el juego de los opuestos tanto en la naturaleza como en uno mismo: frío y calor, placer y dolor, elogio y censura, etc. Imprescindible aceptar pacientemente los temores, preocupaciones y conflictos que aparecen en el proceso del autodescubrimiento. Pararnos si es necesario a través de “stops” cotidianos, para luego poder continuar con mayor lucidez. Normalmente, serán los momentos críticos los que anuncian un salto cualitativo en nuestra comprensión. Es preciso cultivar la paciencia, perseverar, para estar preparados cuando todo pase.
e) Samadhana, concentración, recogimiento mental, dominio de uno mismo. La disciplina de mantener la mente unificada, en todas las situaciones, y de forma específica durante los periodos de formación. Nos encontramos en paz con nosotros mismos cuando hacemos aquello que debemos hacer y dedicamos nuestra vida a aquello que nos hace bien. Nos encontramos en armonía cuando nos abstenemos de hacer aquello que nos daña y nos entregamos por entero al proceso de aprendizaje que nos ocupa.
f) Shraddha, fe. Una aceptación inspirada, profunda y sentida de la Realidad sagrada y trascendente. La fe, elemento fundamental en todas las formas de espiritualidad, no debe confundirse con la simple creencia, la cual funciona sólo a nivel mental. Cuando las experiencias de personas realizadas y nuestras propias vivencias coinciden, la certeza de estar en el camino correcto nos proporciona una fe con fundamento, pues se basa en la experiencia. Si actuamos apoyados por una fe ciega, carente de experiencia, lo más probable es que nos llevemos sorpresas desagradables. Si las experiencias son negativas nos dejan desconfianza. Por el contrario, las positivas refuerzan la fe en nuestros propios recursos y en la vida.
4. Mumukshutva, esta cuarta y última condición que el Advaita plantea como corolario en el discípulo ya estructurado suele denominársela “mumukshutva“, y se traduce habitualmente como “ardiente deseo de liberación”, o el cultivo del impulso espiritual.
Es algo que pocos seres humanos logran sentir. Pocos pueden desalojar de su mente tantas cosas, tantos preceptos, tantos contenidos del pasado y del futuro, para desde ahí abocarse a querer realizar la condición de la liberación de maya, la ilusión primordial.
Las motivaciones por las cuales se emprende el camino del conocimiento son de origen mental pueden ser muy diversas: reconocimiento, importancia, variedad, fama, poder… Todas ellas son motivaciones externas que nos desvían del auténtico conocimiento.
Cuando mumukshutva se instala, impulsa la aparición de una sensación que invade, que quema por dentro, que impide que la misma vida tenga sentido si no es en función de aquella libertad que se intuye como culmen de la existencia. El deseo de liberación del sufrimiento que genera la ignorancia es la genuina motivación para seguir avanzando.
Mumukshutva es el fuego donde arde la mente, es la aspiración suprema de la búsqueda interna, es la representación más denodada, más fuerte, más intensa que tiene el discípulo por la libertad final. Solamente se da en aquellas almas que poseen la mente equilibrada que concede el discernimiento y el desapego. A veces se expresa como un llanto quieto, a veces como un llanto desesperado, y a veces es un llanto que limpia todos los pensamientos que potencialmente pueda haber.
Mumukshutva es el anhelo de ser acogido en aquello que ya se advierte como propio. Es como llegar de nuevo, después de un larguísimo viaje, al lugar desde el que partimos. Es la desesperación en forma de anhelo profundo, de deseo sincero por querer culminar la búsqueda interior.
Pero no se trata de una abstracción, ni es el deseo del tipo “quiero un televisor” o “deseo que todos los seres humanos sean buenos o felices”. Se trata del quemante anhelo que deviene de la certeza de que lo único que merece en la vida es la liberación misma y que cualquier otra cosa es secundaria, por importante que pueda parecer.
Ese fuego lo quema todo: quema el “yo” ego y lo deshace, quema la vida, quema la percepción, quema los sentidos… traslada al individuo a un mundo único de presencia no-dual cognitiva.
Cuando se experimenta mumukshutva, las lágrimas se agolpan una tras otra. Se puede llorar incesantemente, pero son lágrimas que al invadir los ojos limpian y purifican todo lo que hay en el interior.